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viernes, 18 de diciembre de 2009

" RENACER A PARTIR DE UNA CRISIS "


Cuesta creer que un momento amargo puede ayudarnos, fortalecernos y convertirse en una oportunidad. Las palabras de quien nos quiera convencer de ello nos resultarán vacías e insensibles. ¿Qué sentido tiene sufrir?
Una depresión, un divorcio, un despido, una enfermedad… A menudo, la vida nos sorprende con amargos sobresaltos.

En momentos así parece difícil que nos intenten convencer de que las crisis suelen ser positivas hasta el punto de salir reforzados de ellas, más aún cuando el dolor tiene la característica de parecer eterno.
Ángeles Rubio, profesora de Sociología de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, y autora, entre otros libros, de Cuando la vida nos lo pone difícil (Ed. Amat), entiende que “ante un divorcio, por ejemplo, pueden ser mal acogidas frases como “aunque ahora no lo veas, lo mejor está por llegar”; pero es muy positivo hacer entender a quien está pasando por una crisis que no sirve de nada estancarse en el sufrimiento y sí hacer todo lo posible para que éste decrezca, encontrando un sentido en la vida y decidiendo que si nos cuesta el mismo esfuerzo pensar de forma destructiva que con esperanza, ¿por qué no adoptar la postura menos dolorosa?”.
La palabra crisis deriva del griego krisis, que significa separación y elección, y nos recuerda que tras cada pérdida existe una oportunidad. Decía el americano Ivy Baker Priest que “el mundo es redondo y el lugar que puede parecernos el final puede ser también el principio”. Y así es. “Una crisis, por ejemplo de identidad –aclara Rubio–, nos pone en el disparadero de analizar por qué no estamos satisfechos, replantear nuestros objetivos, el sentido de lo que hacemos y cómo mejorar”.

La utilidad del sufrimiento
El sufrimiento, aunque cueste creerlo, tiene su utilidad. Como indica Ángeles Rubio, éste es “un aviso. Incluso en las crisis vitales, cuando no sabemos a qué se debe el malestar, puede estarnos informando sobre el hecho de que nuestro tipo de vida es insano o incorrecta nuestra forma de pensar.
Cuando se trata de la pérdida de un ser querido, la psique tiene sus propios mecanismos para sanar, en los que el sufrimiento tiene su función, del mismo modo que ocurre cuando nos hacemos una herida y ésta va cicatrizando.
Se trata de las fases del duelo en las cuales nuestro ser va adaptándose a la nueva situación, para seguir viviendo.
Lo importante es no estancarse en ninguna de ellas”.
El sufrimiento es parte de la vida, por lo que la única manera de no sufrir sería no vivir, pero no es cuestión de aguantar estoicos pensando que nos ha tocado estar en un valle de lágrimas.
Es cierto que no podemos evitar el dolor, pero sí engancharnos a él. Como aconseja Rubio, “superar el sufrimiento significa aceptarlo con valentía, pero con humildad”.

Crecerse ante la adversidad
El problema es que no hemos sido educados para sufrir. “La sociedad de consumo –continúa– confiere cierta prepotencia al hacernos creer en la ficción de una vida sin dolor.

En lo que concierne a las enfermedades del alma, como la soledad, solemos encontrar anestésicos, desde la televisión hasta los paraísos artificiales, como el alcohol; lo que no hace más que posponer el problema, que pasa por la aceptación de la realidad que nos ha tocado vivir en cada momento y que es parte de cada biografía”.
La sociedad no nos ayuda a saber convivir con el dolor; sin embargo, está a nuestro favor la propia naturaleza del hombre, preparado para luchar. “Ante una tragedia la persona se crece sacando lo mejor de sí misma, soportando sufrimientos que antes pensaría insoportables”, recuerda la psicóloga María Jesús Álava.
El testimonio que Ana, de Sevilla, nos ha dejado en nuestra web (www.psychologiesrevista.com) da fe de ello: “Lucho contra un cáncer de mama y, paradójicamente, descubro que ahora, más que nunca, tengo una gran fuerza interior.
Descubro en mí sentimientos que antes no reconocía. Le doy a lo sencillo el valor que le corresponde, admiro la grandeza de un nuevo amanecer, me estremece acariciar a mis hijos, me da vida el olor de la tierra mojada, del agua salada... Cojo aire y me entra vida.
Ésta es la fuerza interior, la que te abre ventanas y te enseña que la vida, así, es plena”. Que el cambio ante una crisis resulte positivo dependerá, en gran parte, de nosotros mismos.
“Existen personas --recuerda Ángeles Rubio-- que con la llegada de la descendencia o de la vejez se sumen en la tristeza; para otras, en cambio, esto supone una ocasión para el desarrollo personal, una oportunidad para disfrutar de la vida desde otra perspectiva y entenderse mejor uno mismo”.


Buenos y malos momentos
No se puede afirmar que al final de todo túnel haya luz, depende en gran parte de nosotros pero, como señala Rubio, “en principio, pensar que estamos en un negro túnel, no es lo más recomendable. Es preferible considerar que la vida es como un eje de coordenadas donde vamos situando los puntos críticos de nuestras biografías. Llegamos a la vida a través de un túnel, el canal del parto, con dolor para nosotros y nuestras madres, y nos vamos por ese mismo camino sombrío, pero tanto nacer como morir es condición de la humanidad y ésta la única razón cierta para que merezca la pena el intento”.

Cómo ayudar a los que sufren
Cuando alguien cercano atraviesa un mal momento, resulta sencillo decirle que todo pasará; pero eso difícilmente le ayudará. Para la socióloga Ángeles Rubio no se trata de convencer a quien sufre de que las crisis fortalecen o que de ellas se termina saliendo.
La clave está en “escucharla, que se desahoge y pueda reelaborar su propia situación, ayudarla a relativizar el momento, recordándole, por ejemplo, otros momentos de su vida pasada que parecían muy graves.
También charlar para que salga de los pensamientos obsesivos y hacer que no se sienta sola, a través de la ternura”. En caso de la pérdida de un ser querido, Rubio da las claves para intentar ayudar a quien sufre el duelo: . Preguntarle cómo pasó para ayudar a la persona a que se desahoge, reinterprete y asuma la situación.. Dejarles llorar, gritar o reír . Si no llora, no hacerle sentir culpable.. Nunca debe decírsele a una persona en proceso de duelo “no pienses más en eso” o “sé fuerte”. Ellos deben ser los que tomen fuerza para cambiar sus pensamientos y decidir.. Frases hechas como “la vida es implacable” ayudan más a quien las pronuncia porque hacen que la comunicación sea más fluida, pero importa más la actitud de acompañamiento que las palabras. . El calor humano , la ternura y el cariño son la mejor ayuda.

" DAR AL DOLOR LA PALABRA "
"EL DOLOR QUE NO HABLA GIME EN EL CORAZON HASTA QUE LO PARTE."
EL CONSEJO DE WILLIAM SHAKESPEARE NOS DEJO EN EL SIGLO XVI SIGUE HOY VIGENTE.
LA COMUNICACION ES ALGO MAS QUE UNA RECETA EN TIEMPOS DE CRISIS.
COMPARTIR EL DOLOR Y LIBERARLO CON AYUDA DE NUESTROS SERES QUERIDOS NOS ABRE NUEVOS CANALES PARA LA RELACION Y ESPERANZA.
COMO INDICA LA SOCIOLOGA ANGELES RUBIO, " COMPARTIR EXPERIENCIA TIENE UN GRAN PODER TERAPEUTICO.
AYUDA A LA INTERPRETACION Y ASIMILACION DE LOS HECHOS; A SALIR
DE NUESTRA SUBJETIVIDAD Y ENTRAR EN CONTACTO CON LA DE OTROS,
A ALEJAR LOS INSTINTOS ANIQUILANTES Y AL REPOSICIONAMIENTO EN LAS NUEVAS CIRCUSTANCIAS ".


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