I . AMAR EL VINO SOBRE TODAS LAS COSAS.
II . JURAR BEBERLO EN VERANO Y EN INVIERNO.
III . SANTIFICAR LAS BODEGAS.
IV . HONRAR AL TINTO Y AL BLANCO.
V. NO MATAR EL GUSANILLO CON MENOS DE SEIS CUARTILLOS.
VI . NUNCA SE HAGA EL DESATINO DE MEZCLAR AGUA CON VINO.
VII . NO HURTAR BOTELLA O BOTA QUE ESTE VACIA O ROTA.
VIII . NO MURMURAR SIN JUMERA NI MENTIR SIN BORRACHERA.
IX . CUANDO SE DESEE BOTELLA AJENA QUE SEA DE 16 LITROS Y ESTE LLENA.
X . LAS TRES CES DEBES OBSERVAR, BEBE CON CALMA, CALIDAD Y SIN CAMBIAR.
Los monjes no se contentaron con hacer vino: lo mejoraron. En la Edad Media, los cistercienses de Borgoña fueron los primeros en estudiar el suelo de la Cóte d’Or, en transformar los viñedos seleccionando las mejores plantas, en experimentar con la poda y en elegir las parcelas no expuestas a las heladas, que eran las que daban las uvas más maduras. Rodearon sus mejores viñedos con muros: los dos que sobreviven, aunque sólo sea a través del nombre, son una prueba de la perspicacia de estos monjes viticultores. Los cistercienses de Kloster Eberbach hicieron lo mismo en el Rheingau. Todos sus esfuerzos tendían a producir un vino destinado no solamente a la misa, sino a la venta, ya que los monjes desempeñaron un papel esencial en el comercio de vinos durante la Edad Media.
La primera referencia documentada del vino que tenemos, se refiere al libro del Génesis (9:20), cuando el patriarca Noé plantó después del diluvio una viña en el monte Ararat en la ubicación del actual monasterio de Ethmiadin (Armenia).
Aunque hace más de 5.000 años que se conocía el cultivo de la vid en el Caúcaso en Chokn, y en la antigüa Mesopotamía en Zagros. Pero no fue hasta el período del Imperio Persa (3.200 A.C) que se tienen referencias claras basadas a través de las culturas sumeria y acadia. Los chinos 4.000 años A.C ya conocían el proceso de fermentación de la uva, y en Egipto la bebida más famosa (El Shedeh) cuyo ascendencia no está muy clara (granada o uva fermentada) se puede considerar de los primeros vinos de origen.
La adoración a Dionisio o Baco (Dios de la vid, los viñedos y el vino), procede de la cultura griega, en la cual su mitología hace referencia al vino a través del Dios Zeus, cuando enamorado de Sémele le juró amor eterno junto a la orilla del río Estiga convirtiendo sus aguas en perfumadas, en una mágica y significativa ceremonia.
Aún así Egipto, fue el que inició el comercio de vino en la edad de bronce sobre la Tercera Dinastía de Faraones (2650-2575 A.C) con Canaan.
La introducción en Europa se la debemos a los antiguos Griegos, cuya tradición fue seguida posteriormente por los Etruscos, que a su vez la hicieron extensiva al Imperio Romano, el cual a través de Julio César y de la expansión del mismo consiguió llegar a todos los rincones de Europa y parte de Asia y África.
Aunque hace más de 5.000 años que se conocía el cultivo de la vid en el Caúcaso en Chokn, y en la antigüa Mesopotamía en Zagros. Pero no fue hasta el período del Imperio Persa (3.200 A.C) que se tienen referencias claras basadas a través de las culturas sumeria y acadia. Los chinos 4.000 años A.C ya conocían el proceso de fermentación de la uva, y en Egipto la bebida más famosa (El Shedeh) cuyo ascendencia no está muy clara (granada o uva fermentada) se puede considerar de los primeros vinos de origen.
La adoración a Dionisio o Baco (Dios de la vid, los viñedos y el vino), procede de la cultura griega, en la cual su mitología hace referencia al vino a través del Dios Zeus, cuando enamorado de Sémele le juró amor eterno junto a la orilla del río Estiga convirtiendo sus aguas en perfumadas, en una mágica y significativa ceremonia.
Aún así Egipto, fue el que inició el comercio de vino en la edad de bronce sobre la Tercera Dinastía de Faraones (2650-2575 A.C) con Canaan.
La introducción en Europa se la debemos a los antiguos Griegos, cuya tradición fue seguida posteriormente por los Etruscos, que a su vez la hicieron extensiva al Imperio Romano, el cual a través de Julio César y de la expansión del mismo consiguió llegar a todos los rincones de Europa y parte de Asia y África.
En 1714, un comerciante parisino reclamaba a su corresponsal en Burdeos «buen vino, vino fino, viejo> negro y aterciopelado». Naturalmente ya se sabía criar y mejorar el vino. Comenzaba la era de los vinos de calidad.
La práctica y las creencias cristianas descienden en línea recta de los rituales griegos y romanos. El empleo del vino en forma sacramental está ligado directamente con el judaísmo, pero las similitudes más fuertes aparecen en la comparación con el culto griego de Dioniso, dios del vino, y de Baco, su equivalente romano.
Según la leyenda, Dionisio llevó el vino a Grecia desde Asia Menor, la actual Turquía. Hijo de Zeus, Dionisio tuvo un doble nacimiento, uno humano y otro divino (el mito es bastante oscuro, al menos para nosotros), y en el primero su madre era una simple mortal, Semele. Este dios era la vid y el vino era su sangre.
Los egipcios, los sumerios y los romanos daban un nombre a sus viñedos y discutían para establecer cuáles eran los mejores vinos. El país que la Biblia llama Ganaán —tal vez Fenicia o Siria— era famoso por su vino. «El vino de los lagares de Daha es tan abundante como el agua viva», escribió un cronista egipcio.
Daha se encontraba en alguna parte del país de Canaán, donde los egipcios compraban madera para sus construcciones y, desde luego, vino. Según la Biblia, los hebreos habían traído de Ganaán un racimo de uvas tan grande que fueron necesarios dos hombres para transportarlo.
El Antiguo Testamento está lleno de referencias a viñedos. Los romanos dejaron esmeradas definiciones de los mejores vinos de Italia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario